El espejo en que se mira el mundo

El espejo en que se mira el mundo
El espejo en que se mira el mundo

El dicho clásico sentencia que toda exageración conduce a la irrelevancia. Algo que nunca entendió el mayor botafumeiro que habitó por Moncloa (Iván Redondo) y, por lo que se puede apreciar, tampoco sus decapitadores y sucesores a título de círculo interior sanchista. Esto es, Félix Bolaños, Antonio Hernando o el siempre inevitable Óscar López.

Cierto es que Pedro Sánchez, el Magnífico, es, quizá, el jefe de Gobierno al que históricamente más se le puede confundir en el halago. ¡Cada uno es cada cual! Y se puede sustanciar que a medida que avanza su tiempo presidencial es más proclive a revestirse de oropel e insignias históricas. Un psicólogo podría concluir, en efecto, que no debe estar muy seguro de lo que ventea porque de lo contrario no saldría día sí y fin de semana también a proclamarse el caudillo del mundo mundial.

Aprovechó el pasado y larguísimo puente para afirmar ante sus lanares mesnadas que el “patriotismo español” pasa hoy por reconocerle como campeón mundial en vacunación antiCovid, en presumir de los 20 millones de afiliados a la Seguridad Social -Rajoy dejó el poder rozando ese dígito-, y en aceptar que bajo su caudillaje España está más fuerte, más cohesionada que nunca, en medio de un panorama idílico nacional, con enorme estabilidad política, económica y social como nunca conoció este bendito país sureño de Europa. ¡Ahí está el gran campeón!

Negar al presidente habilidad política para construir un yate (el suyo propio) con una docena de palillos resulta tan estulto como melancólico. Tres años después de aquella moción de censura perpetrada y ejecutada por Redondo mantiene la solidez mediante unas alianzas (ERC, Bildu) que hubieran supuesto en otros cercanos tiempos la voladura del PSOE en mil mitades. No parece el señor Sánchez muy proclive a los remilgos cuando se trata de apuntalar su existencia política. Es, desde luego, el primer ministro desde la restauración democrática que más utiliza a Nicolás de Maquiavelo en su quehacer cotidiano.

Tengo para mí que el señor presidente del Gobierno todavía aspira a darnos grandes y larguísimas tardes de gloria. No se alejen mucho de la pantalla.

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